Parte 2: La Invitación Misteriosa


El amanecer trajo consigo una extraña sensación a Marcos. A pesar de haber dormido poco, sentía una energía distinta en el aire, como si algo importante estuviera por suceder. Se levantó de la cama con el cuerpo cansado pero con la mente alerta, repasando una y otra vez la figura luminosa que había visto la noche anterior. Decidió convencerse de que era solo una ilusión producto del agotamiento. Sin embargo, algo dentro de él le susurraba que no lo ignorara.

Tras prepararse un café, revisó su correo electrónico como cada mañana. En su bandeja de entrada, entre la publicidad y las respuestas automáticas de rechazo laboral, encontró un mensaje diferente. No había remitente conocido, solo un asunto enigmático: "Tu momento ha llegado".

Con el corazón latiéndole con fuerza, abrió el correo. El mensaje era breve:

"Marcos, sabemos que has buscado respuestas. La prueba que necesitas para cambiar tu destino te espera. Sólo los valientes aceptan el desafío. Preséntate hoy a las 8:00 p.m. en el antiguo café de la calle Novena. No habrá otra oportunidad."

No había firma ni ningún otro dato que le diera pistas sobre el remitente. Frunció el ceño y leyó el mensaje una y otra vez. Se sentía tentado a ignorarlo, pero una extraña curiosidad lo invadió. ¿Y si realmente era una señal?

Decidió pasar el día investigando. Preguntó a algunos conocidos si habían oído hablar de alguna prueba especial o del misterioso correo. Nadie supo darle respuestas. El café de la calle Novena había cerrado hace años, pero aún seguía en pie, abandonado, cubierto de polvo y recuerdos del pasado.

Cuando el reloj marcó las 7:30 p.m., Marcos tomó una chaqueta y, sin pensarlo mucho, salió de su apartamento. Caminó bajo el brillo titilante de las farolas, con una mezcla de miedo y anticipación. La noche estaba en calma, pero en su pecho, una tormenta de emociones se desataba.

Al llegar a la dirección indicada, se detuvo frente al viejo café. La puerta estaba entornada, como si alguien lo estuviera esperando. Respiró hondo y, con una mezcla de duda y determinación, empujó la puerta. Al cruzar el umbral, la sensación de que su vida estaba a punto de cambiar se hizo más fuerte.

Dentro, una luz tenue iluminaba el lugar. Y en el centro del salón, sentado en una mesa con una copa de vino, había un hombre de mirada penetrante que, al verlo entrar, sonrió y dijo:

—Te estábamos esperando, Marcos.

Continuara...

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